Como parte de mi labor docente, me gusta escribir cuentos para compartir con mis alumnos. Estaré pensando la forma en qué podría compartir la siguiente historia:
EL
GIMNASIO DE LAS EMOCIONES
En
una ciudad, donde todo era muy bonito porque reinaba la alegría, respeto, colaboración, amor, ilusión, honestidad y
todo aquello que daba vida a un hermoso y enorme arcoíris que los habitantes
podían ver siempre. ¡Un día pasó algo muy extraño!
Todo,
todo, todo, todo… se puso muy gris, obscuro y empezó a llover a cántaros, la
lluvia no paraba, había truenos, relámpagos y la gente empezó a sentirse
enojada, desilusionada, no se ayudaban, se agredían y estaban muy enojados. Las
personas se dejaron de hablar y de colaborar unos con otros.
Fue
algo tan extraño e incomprensible, que despertó el interés de un gran detective
que habitaba en aquella ciudad. Su nombre era: Curiosón, quien ni tardo, ni
perezoso y haciendo uso de todas sus cualidades detectivescas, decidió
investigar ¿Qué es lo que estaba pasando en esa ciudad?, ¿Por qué la gente
había cambiado tanto?
Curiosón
salió a la calle para tratar de entrevistar a algunos de los ciudadanos y se
acercó al primer hombre que vio pasar por la calle en la que se encontraba. Era un hombre flaco, ojeroso,
que usaba un traje gris, con unos zapatos, cuyas suelas parecían desgastadas de
tanto caminar y traía un portafolio que sin duda, le pesaba mucho. Curiosón le
dijo: - ¡Buen día! ¿Me permitiría hacerle algunas preguntas? El hombre, sin ni
siquiera voltearlo a ver le respondió: -¡No, no, no, no!, tengo mucha prisa. Y
desapareció como tren bala.
La
siguiente persona que pasó por aquella calle fue una señora que se veía enorme,
al lado de Curiosón, quien no se distinguía por una gran altura; pero sí por
una enorme inteligencia. La mujer caminaba de tal forma que uno pensaría que su
falda y blusa estaban hechas de plomo; ya que su andar era tan rígido que uno
imaginaría que quería perforar el suelo con sus zapatos y hacer retumbar la
tierra. Tenía el ceño fruncido y sólo miraba hacia el piso, como si con sus
ojos, quisiera ayudarle a sus zapatos a cavar hoyos más profundos en el piso.
Al encuentro con esa enorme mujer, Curiosón la miró con gesto gentil, queriendo
ver si lograba arrancar una sonrisa, de aquel rostro y cuerpo que parecían de
hierro, y le brindó un saludo, preguntándole: -¿Me podría permitir unos minutos
de su valioso tiempo? La mujer, con una mirada fulminante y llena de un gran
enojo, lo miró y dijo: -¡No me moleste! y se fue.
Curiosón,
que nunca desistía en su intento por comprender lo que a su alrededor ocurría,
distinguió la figura de un joven, que volteaba para todos lados, miraba hacia
adelante, a la derecha, a la izquierda, hacia atrás, arriba y abajo. Se alejaba
del coche, del árbol, de la barda, del perro, del vendedor y de Curiosón.
Parecía que era un auto de carreras tratando de librar todo aquello que
representaba un peligro. Vestía una chamarra negra y un pantalón de mezclilla.
Cuando Curiosón se logró acercar a él, distinguió en su rostro una ola de
preocupación, angustia y miedo. Quiso hablar con él; pero el joven, desapareció
como hoja que se lleva el viento, diciendo: - ¿Quién es usted?, ¿Por qué me
sigue? -¡Aléjese, aléjese, aléjese!
Curiosón
se detuvo y pensó: ¡Ay, esto está muy extraño!, -Ya sé, usaré mi disfraz
camuflaje de aire y voy a seguir a esas personas para ver qué es lo que está
pasando. De su bolsillo, sacó una bolsita que infló, se metió en ella y lo
llevó flotando como si fuera el viento. Era una bolsita que traía un GPS
integrado, porque Curiosón, contaba con la más alta tecnología que todo
detective necesita. Llegó hasta una calle llamada: “Mar de las preocupaciones”.
Ahí, identificó al primer hombre que encontró en la calle. Aquel lugar, era su
trabajo. El hombre estaba todo el tiempo atendiendo a una gran fila de clientes
y no dejaba de trabajar, trabajar y trabajar. El hombre se veía cada vez más
cansado y enojado. Enojo y cansancio, que se hacían cada vez más grandes, como
si fueran una gran ola, en ese “Mar de las preocupaciones”. Entonces, el hombre
llegó a su casa y su esposa le dijo que hacía falta dinero para pagar el gas y
la luz porque ya habían llegado los recibos. Cada vez, el hombre se sentía más
angustiado. Cuando fue al cuarto de sus hijos, vio como éstos se estaban
peleando por los juguetes y entonces la ola, creció. Haciéndolo sentir cada vez
un gran cansancio.
Curiosón
tomaba nota de todo y observaba como al incrementarse las preocupaciones del
hombre, una gran nube gris lo envolvía hasta que se quedaba profundamente
dormido. Todo esto despertó en Curiosón una profunda tristeza y un deseo enorme
por seguir con su investigación.
El
disfraz de aire llevó a Curiosón al siguiente destino, una avenida llamada: “Torbellino
de los recuerdos”. Allí se encontraba la casa de la mujer, que parecía de
hierro. Nuestro detective, con la ayuda de su Revelador de pensamientos, vio a
la mujer sentada en uno de los sillones de su casa, recordando que su papá se
fue cuando ella estaba muy pequeña, lo que las hacía sentir, a ella y a su
madre, muy solas. En el revelador de pensamientos, Curiosón vio como cada vez
en los pensamientos de la señora, aparecían más recuerdos, ahora sobre su
adolescencia y cómo sus compañeros se burlaban de ella por lo alta que era. La
señora se sintió enojada y su enojo creció, cuando a su mente vinieron recuerdos
y más recuerdos que se formaban como un gran torbellino que iba levantando y
arrastrando la ira de la mujer, hasta envolverla en una enorme nube gris.
Ante
todo esto, Curiosón se sentía cada vez más preocupado y decía: - Tengo que
continuar mi recorrido. Necesito saber ¿qué es lo que le pasará a aquel joven
que me encontré en tercer lugar en la calle?
Curiosón
continuó su camino y llegó al departamento en donde vivía nuestro joven de la
historia. Era una cerrada y se llamaba: “Tempestad de los miedos”. El joven se
encontraba sentado en el piso, rodeado de todo tipo de aparatos electrónicos.
Primero miraba la televisión y en ella veía a un periodista que en tono de
cuento de terror presentaba noticias e imágenes de asaltos, secuestros, cambio
climático, enfrentamientos, accidentes y el, ya famoso, huachicoleo. Luego se
acostaba en el piso para pasar horas enteras con su teléfono, leyendo cualquier
cantidad de chismes en el chismógrafo de la actualidad “el cara libro”.
Curiosón, utilizando el escáner de los miedos, se dio cuenta que cada vez que
el joven escuchaba y veía toda esa información, sus inseguridades, miedos y
angustias se precipitaban sobre él como si fueran rayos, truenos y relámpagos.
Y entonces, volvía a ocurrir lo que Curiosón ya había visto que pasaba en los
otros, la enorme nube gris oprimía al joven, dejándolo casi paralizado.
Curiosón
decidió ir a su despacho para analizar todas las evidencias que tenía y tratar
de resolver el caso. Rumbo a su destino, Curiosón se detuvo frente a un
Gimnasio. Miró a las personas que se encontraban haciendo ejercicio
observándose en esos grandes espejos que suele haber en estos lugares. Una
ráfaga de ideas vino a la mente de Curiosón, quien se preguntó:- ¿si la gente viene a hacer ejercicio para
verse bien por fuera, por qué no abrir un gimnasio donde la gente venga a hacer
algo para sentirse bien por dentro?, ¿Por qué no crear una rutina de ejercicios
para acabar con esas nubes grises que están envolviendo a las personas? Si se
fortalece la masa muscular, ¿por qué no fortalecer la estabilidad y tranquilidad
emocional? Si se platica y convive con otros para lograr una gran figura y
salud física, ¿por qué no hablar, escuchar, convivir y ayudarse entre todos
para lograr una salud emocional?, y, dando un enorme salto, dijo: -Sí, qué tal
…
Curiosón
llegó a su despacho, en donde además de su nombre pintado en la puerta:
Detective Curiosón Comprensión, había una frase que decía: “Para comprender lo
que pasa hay que observar, escuchar, anotar y analizar, para, poder actuar”.
Hizo una reunión con todos sus compañeros del despacho en el que trabajaba, les
mostró todas las evidencias, hicieron un análisis minucioso de las mismas,
hasta que comprendieron lo que estaba ocurriendo en esa enorme ciudad. ¿Por qué
había desaparecido el gran arcoíris? ¿Por qué esa inmensa telaraña de nubes
negras formadas por todo lo que la gente estaba sintiendo, cubría aquel lugar?
Curiosón y sus compañeros concluyeron, después de sopesar todas las pruebas,
que: La gente dejó de hablar entre sí para resolver los problemas juntos.
Actuaban como autómatas. Hacían todas las cosas solos. Estaban muy aislados. Se
habían acostumbrado al chisme y a la burla que comenzó a imperar en la ciudad.
El aislamiento, consumismo, competencia y egoísmo se había apoderado de sus
vidas. Decidieron entonces, crear el “Gimnasio de las Emociones” para enseñar a
la gente cómo convivir nuevamente con los demás, ayudarse unos a otros, dejar
de consumir compulsivamente y divertirse juntos.
Todos
estuvieron de acuerdo en colaborar, e inauguraron “El Gimnasio de las Emociones”.
Cuando la gente comenzó a llegar, estaban muy intrigados y preguntaban, ¿Bueno,
y dónde están los aparatos con los que vamos a trabajar?, Curiosón les dijo: -
¡Escuchen muy bien!, aquí las herramientas de trabajo son otras. Nuestros
instrumentos serán la palabra, la escucha y la ayuda mutua. Así es que las
personas, comenzaron a hablar y hablar y hablar de cómo se sentían y por qué se
sentían así. Cuando las personas salían del Gimnasio de las Emociones, las
nubes que los envolvían se empezaron a hacer cada vez más chiquitas, hasta que
desaparecieron.
Curiosón
se sentía cada momento más feliz, al igual que la gente que iba al Gimnasio de
las Emociones y cada vez que podía compartía con los otros lo que aprendió en
la investigación de este caso: “Para saber lo que la gente está sintiendo,
tienes que comprender lo que la gente está viviendo”.
Sandy