martes, 21 de julio de 2020

Otra historia más

Como parte de mi labor docente, me gusta escribir cuentos para compartir con mis alumnos. Estaré pensando la forma en qué podría compartir la siguiente historia:


EL GIMNASIO DE LAS EMOCIONES

En una ciudad, donde todo era muy bonito porque reinaba la alegría, respeto,  colaboración, amor, ilusión, honestidad y todo aquello que daba vida a un hermoso y enorme arcoíris que los habitantes podían ver siempre. ¡Un día pasó algo muy extraño!

Todo, todo, todo, todo… se puso muy gris, obscuro y empezó a llover a cántaros, la lluvia no paraba, había truenos, relámpagos y la gente empezó a sentirse enojada, desilusionada, no se ayudaban, se agredían y estaban muy enojados. Las personas se dejaron de hablar y de colaborar unos con otros.

Fue algo tan extraño e incomprensible, que despertó el interés de un gran detective que habitaba en aquella ciudad. Su nombre era: Curiosón, quien ni tardo, ni perezoso y haciendo uso de todas sus cualidades detectivescas, decidió investigar ¿Qué es lo que estaba pasando en esa ciudad?, ¿Por qué la gente había cambiado tanto?

Curiosón salió a la calle para tratar de entrevistar a algunos de los ciudadanos y se acercó al primer hombre que vio pasar por la calle en  la que se encontraba. Era un hombre flaco, ojeroso, que usaba un traje gris, con unos zapatos, cuyas suelas parecían desgastadas de tanto caminar y traía un portafolio que sin duda, le pesaba mucho. Curiosón le dijo: - ¡Buen día! ¿Me permitiría hacerle algunas preguntas? El hombre, sin ni siquiera voltearlo a ver le respondió: -¡No, no, no, no!, tengo mucha prisa. Y desapareció como tren bala.

La siguiente persona que pasó por aquella calle fue una señora que se veía enorme, al lado de Curiosón, quien no se distinguía por una gran altura; pero sí por una enorme inteligencia. La mujer caminaba de tal forma que uno pensaría que su falda y blusa estaban hechas de plomo; ya que su andar era tan rígido que uno imaginaría que quería perforar el suelo con sus zapatos y hacer retumbar la tierra. Tenía el ceño fruncido y sólo miraba hacia el piso, como si con sus ojos, quisiera ayudarle a sus zapatos a cavar hoyos más profundos en el piso. Al encuentro con esa enorme mujer, Curiosón la miró con gesto gentil, queriendo ver si lograba arrancar una sonrisa, de aquel rostro y cuerpo que parecían de hierro, y le brindó un saludo, preguntándole: -¿Me podría permitir unos minutos de su valioso tiempo? La mujer, con una mirada fulminante y llena de un gran enojo, lo miró y dijo: -¡No me moleste! y se fue.

Curiosón, que nunca desistía en su intento por comprender lo que a su alrededor ocurría, distinguió la figura de un joven, que volteaba para todos lados, miraba hacia adelante, a la derecha, a la izquierda, hacia atrás, arriba y abajo. Se alejaba del coche, del árbol, de la barda, del perro, del vendedor y de Curiosón. Parecía que era un auto de carreras tratando de librar todo aquello que representaba un peligro. Vestía una chamarra negra y un pantalón de mezclilla. Cuando Curiosón se logró acercar a él, distinguió en su rostro una ola de preocupación, angustia y miedo. Quiso hablar con él; pero el joven, desapareció como hoja que se lleva el viento, diciendo: - ¿Quién es usted?, ¿Por qué me sigue? -¡Aléjese, aléjese, aléjese!

Curiosón se detuvo y pensó: ¡Ay, esto está muy extraño!, -Ya sé, usaré mi disfraz camuflaje de aire y voy a seguir a esas personas para ver qué es lo que está pasando. De su bolsillo, sacó una bolsita que infló, se metió en ella y lo llevó flotando como si fuera el viento. Era una bolsita que traía un GPS integrado, porque Curiosón, contaba con la más alta tecnología que todo detective necesita. Llegó hasta una calle llamada: “Mar de las preocupaciones”. Ahí, identificó al primer hombre que encontró en la calle. Aquel lugar, era su trabajo. El hombre estaba todo el tiempo atendiendo a una gran fila de clientes y no dejaba de trabajar, trabajar y trabajar. El hombre se veía cada vez más cansado y enojado. Enojo y cansancio, que se hacían cada vez más grandes, como si fueran una gran ola, en ese “Mar de las preocupaciones”. Entonces, el hombre llegó a su casa y su esposa le dijo que hacía falta dinero para pagar el gas y la luz porque ya habían llegado los recibos. Cada vez, el hombre se sentía más angustiado. Cuando fue al cuarto de sus hijos, vio como éstos se estaban peleando por los juguetes y entonces la ola, creció. Haciéndolo sentir cada vez un gran cansancio.

Curiosón tomaba nota de todo y observaba como al incrementarse las preocupaciones del hombre, una gran nube gris lo envolvía hasta que se quedaba profundamente dormido. Todo esto despertó en Curiosón una profunda tristeza y un deseo enorme por seguir con su investigación.

El disfraz de aire llevó a Curiosón al siguiente destino, una avenida llamada: “Torbellino de los recuerdos”. Allí se encontraba la casa de la mujer, que parecía de hierro. Nuestro detective, con la ayuda de su Revelador de pensamientos, vio a la mujer sentada en uno de los sillones de su casa, recordando que su papá se fue cuando ella estaba muy pequeña, lo que las hacía sentir, a ella y a su madre, muy solas. En el revelador de pensamientos, Curiosón vio como cada vez en los pensamientos de la señora, aparecían más recuerdos, ahora sobre su adolescencia y cómo sus compañeros se burlaban de ella por lo alta que era. La señora se sintió enojada y su enojo creció, cuando a su mente vinieron recuerdos y más recuerdos que se formaban como un gran torbellino que iba levantando y arrastrando la ira de la mujer, hasta envolverla en una enorme nube gris.

Ante todo esto, Curiosón se sentía cada vez más preocupado y decía: - Tengo que continuar mi recorrido. Necesito saber ¿qué es lo que le pasará a aquel joven que me encontré en tercer lugar en la calle?

Curiosón continuó su camino y llegó al departamento en donde vivía nuestro joven de la historia. Era una cerrada y se llamaba: “Tempestad de los miedos”. El joven se encontraba sentado en el piso, rodeado de todo tipo de aparatos electrónicos. Primero miraba la televisión y en ella veía a un periodista que en tono de cuento de terror presentaba noticias e imágenes de asaltos, secuestros, cambio climático, enfrentamientos, accidentes y el, ya famoso, huachicoleo. Luego se acostaba en el piso para pasar horas enteras con su teléfono, leyendo cualquier cantidad de chismes en el chismógrafo de la actualidad “el cara libro”. Curiosón, utilizando el escáner de los miedos, se dio cuenta que cada vez que el joven escuchaba y veía toda esa información, sus inseguridades, miedos y angustias se precipitaban sobre él como si fueran rayos, truenos y relámpagos. Y entonces, volvía a ocurrir lo que Curiosón ya había visto que pasaba en los otros, la enorme nube gris oprimía al joven, dejándolo casi paralizado.

Curiosón decidió ir a su despacho para analizar todas las evidencias que tenía y tratar de resolver el caso. Rumbo a su destino, Curiosón se detuvo frente a un Gimnasio. Miró a las personas que se encontraban haciendo ejercicio observándose en esos grandes espejos que suele haber en estos lugares. Una ráfaga de ideas vino a la mente de Curiosón, quien se preguntó:-  ¿si la gente viene a hacer ejercicio para verse bien por fuera, por qué no abrir un gimnasio donde la gente venga a hacer algo para sentirse bien por dentro?, ¿Por qué no crear una rutina de ejercicios para acabar con esas nubes grises que están envolviendo a las personas? Si se fortalece la masa muscular, ¿por qué no fortalecer la estabilidad y tranquilidad emocional? Si se platica y convive con otros para lograr una gran figura y salud física, ¿por qué no hablar, escuchar, convivir y ayudarse entre todos para lograr una salud emocional?, y, dando un enorme salto, dijo: -Sí, qué tal …

Curiosón llegó a su despacho, en donde además de su nombre pintado en la puerta: Detective Curiosón Comprensión, había una frase que decía: “Para comprender lo que pasa hay que observar, escuchar, anotar y analizar, para, poder actuar”. Hizo una reunión con todos sus compañeros del despacho en el que trabajaba, les mostró todas las evidencias, hicieron un análisis minucioso de las mismas, hasta que comprendieron lo que estaba ocurriendo en esa enorme ciudad. ¿Por qué había desaparecido el gran arcoíris? ¿Por qué esa inmensa telaraña de nubes negras formadas por todo lo que la gente estaba sintiendo, cubría aquel lugar? Curiosón y sus compañeros concluyeron, después de sopesar todas las pruebas, que: La gente dejó de hablar entre sí para resolver los problemas juntos. Actuaban como autómatas. Hacían todas las cosas solos. Estaban muy aislados. Se habían acostumbrado al chisme y a la burla que comenzó a imperar en la ciudad. El aislamiento, consumismo, competencia y egoísmo se había apoderado de sus vidas. Decidieron entonces, crear el “Gimnasio de las Emociones” para enseñar a la gente cómo convivir nuevamente con los demás, ayudarse unos a otros, dejar de consumir compulsivamente y divertirse juntos.

Todos estuvieron de acuerdo en colaborar, e inauguraron “El Gimnasio de las Emociones”. Cuando la gente comenzó a llegar, estaban muy intrigados y preguntaban, ¿Bueno, y dónde están los aparatos con los que vamos a trabajar?, Curiosón les dijo: - ¡Escuchen muy bien!, aquí las herramientas de trabajo son otras. Nuestros instrumentos serán la palabra, la escucha y la ayuda mutua. Así es que las personas, comenzaron a hablar y hablar y hablar de cómo se sentían y por qué se sentían así. Cuando las personas salían del Gimnasio de las Emociones, las nubes que los envolvían se empezaron a hacer cada vez más chiquitas, hasta que desaparecieron.

Curiosón se sentía cada momento más feliz, al igual que la gente que iba al Gimnasio de las Emociones y cada vez que podía compartía con los otros lo que aprendió en la investigación de este caso: “Para saber lo que la gente está sintiendo, tienes que comprender lo que la gente está viviendo”.

Sandy




sábado, 18 de abril de 2020

El encanto de las estrellas



Una vez, desde el cielo, las estrellas observaron que en la Tierra ocurría algo extraño. Era como si alguien hubiera pulsado el botón de pausa en la vida diaria de los terrestres. Las estrellas percibieron la preocupación, angustia y miedo en varios de los habitantes del mundo; ya que una enfermedad  les estaba agobiando. Decidieron entonces convocar a una reunión.
Esa noche las estrellas dialogaron sobre lo que se estaba presentando con los humanos. Resolvieron  llevar a cabo un plan, que consistía en que cada noche una de ellas leería una historia que diera aliento a las personas.
Cada día una de ellas se preparaba y al anochecer asumía el papel de lectora. Haciendo uso de todas sus habilidades teatrales, daba vida y voz a cada uno de los personajes de las narraciones que leía. Lectura que de pronto se convertía en canto para los oídos y encanto para las mentes de los humanos. Quienes cuando anochecía, se asomaban por sus ventanas, en los balcones, jardines, zotehuelas o cualquier espacio desde donde pudieran mirar al cielo y observar como la estrella lectora, brillaba intensamente, más que el resto de las estrellas, envolviendo a los humanos en una especie de magia, estremeciendo cada una de las células de su cuerpo y tocando su mente y su corazón. ¡Era un momento de plenitud!
Al término de cada lectura, los humanos regresaban a sus actividades o se iban a dormir invadidos de tranquilidad y esperanza y, aunque al siguiente día, muchas de las noticias que escuchaban o veían a través de distintos medios, en algunos volvían a generar angustia o preocupación, cada noche presenciaban ese espectáculo que se volvió en un rito para la humanidad y que les llenaba de paz.
Una noche las estrellas se pusieron de acuerdo para leer todas juntas, al unísono de un canto que iluminó no sólo el cielo; sino la vida de cada uno de esos sujetos, que quedaron completamente conmovidos por el gran espectáculo que tuvieron la oportunidad de presenciar. Era como si hubieran elegido una historia que hiciera pasar a las personas de la sorpresa, a la melancolía, al misterio, a la reflexión, a la curiosidad, a la risa, a la añoranza, a un pasaje por cada una de las emociones que se pueden experimentar a través de una lectura.
Desde hace mucho tiempo, las estrellas habían sido testigos de cómo la mayoría de los humanos no se detenían a admirar el cielo o a la naturaleza. Estaban tan absortos en sus trabajos y actividades diarias, sobre todo en las grandes ciudades, en donde por el ritmo de vida apresurado y demandante, las personas no tenían en ocasiones tiempo para admirar las bellezas de la vida.
Con el paso del tiempo, la vida en el planeta Tierra ha ido tomando nuevamente su cauce. Las personas han retornado a sus actividades; pero muchas de ellas, con un cambio en su forma de ver la existencia. Las estrellas se sienten profundamente correspondidas y apreciadas porque cada noche, muchas personas se detienen a contemplar el cielo y a dejarse envolver en la lectura, y, ¡encantar por ellas!
 Sandy

viernes, 3 de abril de 2020

El caracol comehojas




Esta es la historia de un personaje muy peculiar, al que todos sus amigos y familiares lo veían como extravagante.
Él se llamaba Amatl, que viene del náhuatl y quiere decir: papel.
A Amatl le encantaba degustar hojas. No hojas de árboles; sino de papel y es que le resultaba tan extasiante comer las palabras que encontraba escritas en ellas.
Algunas palabras le divertían mucho, como: alegría, entusiasmo, euforia, risa, animación y muchas más.
Otras le causaban una profunda tristeza: desencanto, desilusión, agresión, pobreza y enfermedad.
A veces algunas hojas contenían palabras que le producían mucho enojo, como: racismo, indiferencia, guerra, crueldad y egoísmo.
En ocasiones, Amatl sentía como que flotaba, se ponía todo rojo y experimentaba tanto amor, sobre todo cuando llegaba a las hojas que contenían historias románticas y devoraba palabras como: cariño, pasión, ilusión, besos, caricias y abrazos.
A todos sus familiares les sorprendía la cantidad de hojas que Amatl saboreaba todos los días.
Y a ti ¿Qué palabras te hacen sentir alegría, enojo, tristeza o amor?